El humo denso de los opiáceos envolvían sonrisas artificiales, la mescalina barría recuerdos entre los cientos de hombres y mujeres, los "cubalibres" acariciaban esófagos quemados por el tiempo y la música envolvía los rostros deformados por las noches eternas, una eterna noche anclada en la década de los 80.
- Cuida tu boca, Oscar - le cortó secamente sin girarse hacia donde insistentemente miraba su compañero.
- Lo siento Alexis, no sabía que te importaba -dijo Oscar con voz lánguida y culminó su tubo de destilado amarillento.
- ¿Es usted el señor Marburg? - preguntó la joven suavemente al oído de Alexis, con el cuidado que pudiera tener un ratón frente a una boa.
- Si, soy yo - le contestó un Alexis impasible en su mirada, la cual recorría todo el cuerpo de la joven, hasta detenerse y recrearse en sus pies. - ¿Y tú?
- Vengo de los puentes de Hélike, usted me reclamó.
Alexis sonrió levemente, terminó su bebida, dejó un billete de mil pesetas en la barra mientras miraba fijamente a Oscar y desapareció con aquella joven a la cual había estado observando varias noches atrás, cuando pudriéndose en sus infiernos, acudía al monte Io a gritar a la nada.
- Cuídate Alexis - dijo para si mismo Oscar mientras pagaba lo suyo. - Cuídate amigo y ánimo, creo que lo vas a necesitar...
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