Su presencia nunca pasaba inadvertida. Ella sabía que mientras follaba con otro, él, tras la ventana de cristales ahumados, la observaba mientras el humo de los opiáceos lamía el cristal. En los espamos orgásmicos de su pareja, Laura lograba penetrar en los ojos que la miraban para decirle sin palabras "lo hago porque te quiero". Eran las pruebas de los muertos, llegar hasta el punto de no retorno, para comprobar si era cierto.
Radic se consumía en si mismo, al comprobar lo inalcanzable que era ella, lo patético que era él, y lo absurdo de colocar en ella la esencia de otra. Humedecía los cristales con la rabia contenida durante cientos de años mientras recordaba aquello de "tú ya has ganado".
La vida en Ipsópolis era extraña y para los muertos que se escondían en aquellos barrios, era sobre todo un cúmulo de soledad, resignación, impotencia, vacío y asco. La existencia para ellos era de una vacuedad tal, que resultaba harto dificil no pensar en abandonarla de nuevo.
Ya llegarán los tiempos de euforia...
Ya llegarán los tiempos de euforia...
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