- Me inquietan mis propios pasos - le dijo mientras se desproveía de sus calzoncillos amarillentos.
- ¿Porque no sabes a donde te llevan? - le pregunto ella entre dientes, mientras sujetaba con su boca la goma que presionaba su brazo para ensalzar sus castigadas venas.
- Porque no sé de donde vienen...
Veinte minutos después, ella cogió sus dos mil pesetas y se largó dejándolo solo, con los ojos fijos frente a la carta de ajuste.
- ¿Porque no sabes a donde te llevan? - le pregunto ella entre dientes, mientras sujetaba con su boca la goma que presionaba su brazo para ensalzar sus castigadas venas.
- Porque no sé de donde vienen...
Veinte minutos después, ella cogió sus dos mil pesetas y se largó dejándolo solo, con los ojos fijos frente a la carta de ajuste.
Migala - Aquel incendio.
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