sábado, 2 de agosto de 2008

En la última noche

Era la última noche, y no pudo despedirse de ella. La última noche en la que sus pies jugarían a la guerra de los dedos bajo las sábanas y en la que su saliva se entremezclaría con la de ella. Que inquietante parece no saber el fin de nuestros días marcados en los calendarios de polvo de estrellas del determinismo cósmico.

Bajó rápido por las escaleras de emergencia de su edificio colmena sin haberle dado tiempo a darle un beso en la mejilla, el negocio estaba a punto de abrir y andaba justo de tiempo. En su frenética marcha no podía siquiera intuír que aquel con el que tuvo unas palabras noches atrás, acerca de la naturaleza del tiempo, acabaría precisamente con el suyo.


Ática se erigía sin concebir que era el último día que iluminaría los rostros de cientos de hombres sin sueños, solo alienados por los focos y las sustancias evasoras. Luces de neón y notas de saxofón fugaces pasaban alrededor de aquel camarero de pupilas asimétricas que llegaba tarde a su trabajo. Corría con la ilusión de que se avecinaba un ser creado con su carne, la noticia que ella le había lanzado le llenó de aliento. Quién lo iba a decir.

Como una exhalación dobló la esquina, en la que reinaba desde hacía décadas un taller de recauchutados, para encontrarse de bruces con el que había sido su trabajo durante tantos años. Un "lada" verde pasó a su lado como perseguido por el demonio, sus ojos no pudieron evitar encontrarse con los de uno de sus ocupantes. Nanosegundos de miradas de disculpas y resignación.

Cuando todo voló por los aires y él quedó atrapado entre hierros incandescentes que pondrían punto y final a su historia, se acabó dando cuenta de lo importante que hubiera sido haberle dado aquel beso aún con el riesgo de haberla despertado, ahora ya no le daba importancia al hecho de que siempre amaneciera con mal genio. Lo terrible del día a día se vuelve trivial en la útima noche...

M83 - Skin of the night

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