Y de eso hace tan solo unos meses, y a mi parecer, creo que transcurrieron lustros. Fue la primera vez que cientos de miles de hijos de la mutagénesis entraban en contacto con el mundo de la superficie. Un martes por la tarde del undécimo més de un año clónico, las calcáreas manos y los cráneos deformes de los hombres córneos ahondaron la tierra, por entre raices y lombrices, hasta llegar a los puntos claves del plan maestro. Un plan, que por cierto surgió de mi vieja mente, tan perfecto que me atemorizó en un principio. Puntos claves en forma de estaciones de metro, el metro de Hélike, estaciones cercanas a entornos estratégicos para el principio del fin, el comienzo de la guerra en la cúpula.
Y ahí estuve yo, con unos cuantos cientos de miles de aquellas evoluciones aleatorias de hombres, espolsándonos de tierra negra nuestros harapos y ropas antiguas. En el tunel de la estación de Carrús Norte, en pleno Ipsópolis. Vi como los ojos de aquellos irreconocibles Homo sapiens, se tornaban vidriosos, por fin se reunían con su hogar, su origen y su biotopo. Estupefactos, los usuarios del metro observaban como miles de no-hombres surgían del centro de la Tierra, a un plano aún no muy lejano del primero, hombres que solo eran bocas o dotados de varios brazos, asímetricos o deformes, con proyecciones cartilaginosas, un abanico de posibilidades que hacía entrever hasta donde podía llegar las formas de la carne si un dios esquizoide tomara las riendas de la segregación cromosómica. Era un cuadro de criaturas de Bacon, que comenzaban a colonizar lo que clamaban en silencio desde hacía siglos.
Y yo les pregunté a los que nos miraban presos del horror y el asco ¿no os da vergüenza haber estado durante eones viajando entre railes sobre las cabezas de vuestros hermanos, que ni tan siquiera ahora os dignais a darles la bienvenida?
Ya daba igual, era la hora. (suspiro)
The clencher - Trisomie XXI
Y ahí estuve yo, con unos cuantos cientos de miles de aquellas evoluciones aleatorias de hombres, espolsándonos de tierra negra nuestros harapos y ropas antiguas. En el tunel de la estación de Carrús Norte, en pleno Ipsópolis. Vi como los ojos de aquellos irreconocibles Homo sapiens, se tornaban vidriosos, por fin se reunían con su hogar, su origen y su biotopo. Estupefactos, los usuarios del metro observaban como miles de no-hombres surgían del centro de la Tierra, a un plano aún no muy lejano del primero, hombres que solo eran bocas o dotados de varios brazos, asímetricos o deformes, con proyecciones cartilaginosas, un abanico de posibilidades que hacía entrever hasta donde podía llegar las formas de la carne si un dios esquizoide tomara las riendas de la segregación cromosómica. Era un cuadro de criaturas de Bacon, que comenzaban a colonizar lo que clamaban en silencio desde hacía siglos.
Y yo les pregunté a los que nos miraban presos del horror y el asco ¿no os da vergüenza haber estado durante eones viajando entre railes sobre las cabezas de vuestros hermanos, que ni tan siquiera ahora os dignais a darles la bienvenida?
Ya daba igual, era la hora. (suspiro)
Alexis Salas y el asco de ser hombre.
The clencher - Trisomie XXI
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