jueves, 4 de octubre de 2007

Miriada de miradas

Cuatro reinas no pudieron sublevarse en la noche de las miradas. Cuatro ases confirmaron la supremacía de la que mejor sostenía su mirada, de la que mejor controlaba su expiración. Se llevó todo mi dinero, y el de los otros dos también. Eramos cuatro soñadores dispuestos en círculo sobre la mesa del fin del mundo en la cocina de los límites del cosmos. La ganadora se incorporó y se dirigió hacia la nevera, de nada sirvió que mi compañero de fraguas intentara impedírselo. Con forma de nevera subyacía la puerta Einsten-Rossen hacia las pesadillas de la humanidad, vórtice camuflado en la trivialidad de la cotidianeidad. Nada más abrir unos centímetros la puerta de aquel refrigerador, ella se esfumó desintegrada, víctima de los ojos, ojos que aniquilaron la mitad del cráneo de mi compañero creándole una asimetría tal que fue incompatible con su vida.

Allí estaba, en aquella cocina llena de podredumbre, la criatura de la miriada de miradas. Me escondí bajo la mesa, el cuarto huyó hacia una estrella de neutrones. Sudaba, me axfisiaba, notaba la presencia de aquel ente infrahumano e informe, sé que en segundos, asomará sus infinitas miradas bajo la mesa y ya no existiré. Dejaré de ser lo que he sido hasta ahora, como si hubiera creido alguna vez aprehender mi propia existencia. Dejé de existir...

Diorama - e minor

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