viernes, 12 de octubre de 2007

Tormentas ácidas

La cadencia del limpiaparabrisas era perfecta. El sonido de la goma friccionando el agua del cristal era capaz de hipnotizar a seres sin conciencia. Trataba de girar por una calle con la esperanza de toparme con algún otro coche o viandante, pero nada. Solo calles mojadas, y de vez en cuando, el cielo y el espacio se volvían morado. Era capaz de imaginar que solo yo quedaba tras un holocausto nuclear, y que la lluvia ácida era, además de mis vasos sanguíneos, lo único que se movía en la Tierra.

Cuando llegué a mi destino, el escenario era el mismo. Pantanos en miniatura, luces sin sombras y el silbido de un viento polar. Caminé hasta desaparecer en la bruma de aquel día, que espero, no se recuerde nunca.

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