Veinte sonidos y la luz emerge en la estancia. Cinco veces a la semana, a la misma hora en el mismo momento, despejadas las dudas dimensionales solo faltan siete. Un día menos por la mañana, un día más al caer la noche. Noche húmeda, en la soledad de los arboles eyaculadores y de las mujeres de faldas vacías. Mañana será igual, veinte sonidos me despertarán con la boca amarga y mis pantalones entre las nalgas, la luz se hará sin tener que pedirle permiso a un ente superior, y la comida se deslizará por mi esófago. Al llegar, ya no habrá soledad, no habrán faldas ni vacíos, solo olor a mañana, igual que la de ayer, igual que la de anteayer, igual que la de hace veinte años. Y sonarán veinte veces los sonidos irascibles hasta hacerme caer de la cama, con los ojos grises, con el cráneo vacío, como vacío el transcurso del día, como vacía esta mi mirada de piedra granítica. Cuento los días como si de lineas verticales en una pared se tratasen, sin darme cuenta del retrato informe que se va construyendo en la lentitud del tiempo...
La muñeca de sal - Ïndalo.
La muñeca de sal - Ïndalo.
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