El aire mece el osario, el aire puede mecer montañas. Lo pequeño puede aniquilar lo inmensamente grande. La parafina caliente envuelve cada milímetro de mi piel, creo un molde para poder aniquilarme y así dejar un doble que viva por mí, los tiempos que me quedan. El aire es denso, es plasma, es sólido, el aire se vuelve viento y astilla los húmeros como ramas viejas. Siento mi evasión al contemplar como extraños, los puntos de fuga del mundo, la línea del horizonte, y la curvatura del espacio. En el espacio no hay aire, no hay viento, no hay nada; solo polvo cósmico escapando de una explosión de hace trillones de eones, como la huída de mi cuerpo cubierto de costra sintética. En mi absoluto destierro, contemplo a lo lejos flotar mi molde en posición fetal, entre cúmulos de metamateria incandescente. No lo mece el aire, porque allí no existe, solo aquí, en el osario...
domingo, 30 de septiembre de 2007
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