Abrillantaba el vaso de tubo, con la inercia de décadas en el mismo acto. El brillo que dejaba su impronta acentuaba la asimetría de su mirada, aquella que había visto lo que pocos humanos hubieran podido ver tras una barra.
Y en el escenario, ajeno a las disertaciones mentales de aquel camarero, ensayaba su voz el bardo de los olvidados. Noche tras noche, su voz triste y profunda contagiaba a los presentes de un pedazo de su mundo íntimo y desconocido. Y era en el instante en que marcaba los párrafos más épicos, cuando la brocha de Oscar, marcaba de pigmento y aceite el lienzo amarillento. Segmentos de negros y grises surcaban la tela imitando los surcos neuronales de un hambriento de conocimiento, segmentos que quizás delimitaran los esbozos de lluvia artificial, que los días impares, caía sobre los puentes mojando a toda las tribus nocturnas que por allí pululaban.
Y entre ellos, una joven de pies perfectos, piel blanca y rostro caído, esperando que el próximo cliente no fuera tan inhumano como el anterior. La lluvia embarraba sus pies, como los de Frank al huir apresuradamente de la policía. No había problema, ya había logrado colocar toda su mercancía y ahora solo esperaba una noche de alcohol y mujeres que le hicieran olvidar las caras de los que ahora se mecen bajo sus fosas nasales.
El frío húmedo apretaba en Ipsópolis, eso no era impedimento para que sus calles se inundaran de luces y gente, personas anónimas de rostros infinitos y repletas de secretos. Hombres y mujeres que reían y bebían sin sospechar de los infiernos de cada uno, porque éstos, deben ser guardados con secreto, por el bien de la sociedad, igual que con los sueños...
Tears for fears - Mad world