miércoles, 13 de agosto de 2008

La noche del alba

Todo olía a pólvora. Una de las grandes fiestas de Hélike comenzaba su representación teatral en forma de fuegos artificiales, mientras que uno de los máximos guardianes de la seguridad del estado terminaba su larga jornada laboral. Todo el mundo celebraba aquellas explosiones de colores que plagaban la inmensa bóveda de la cúpula, eran tiempos de miradas al cielo.

Tavernier no era muy dado a este tipo de celebraciones, quizás debido a que en esas circunstancias la ciudad era más vulnerable y también debido a lo molesto que le parecía aquel ruído de los cohetes. Por ello, se daba prisa en coger su viejo ford fiesta marrón para llegar cuanto antes a su hogar y poder descansar en paz mientras veía, con la mente en blanco, algún programa nocturno de las dos cadenas de la televisión estatal.

Con el chirriar de las ruedas, el automovil tomó rumbo en dirección a los barrios residenciales del oeste. Los fuegos de colores se reflejaban en los cristales del coche cambiando virtualmente la tonalidad de piel de su piloto a cada explosión. El cielo se iluminaba, una manera de recrear los amaneceres que los antepasados disfrutaban tras cada noche. En Hélike siempre era de madrugada, nunca había vivido un despertar del sol.

Tavernier no sabía que en esa precisa noche de fiesta, acabaría conociendo la traición del legado de su sangre y esperma. No le hacía gracia que su hijo saliera con esa libertina llamada Nadia, la que luego sería la culpable de la caída de todo por lo que había luchado. En el trayecto meditaba que podría hacer o decirle a su hijo para que aquella mujer no enturbiara el orden que había establecido en sus vidas. No soportaba la idea de la improvisación, ni para su familia ni para Hélike, todo debía ser controlado y constante. Y por paradójico que pareciese, la rutina, la monotonía y el terrible parecido de los días, le entristecía.

Porque todos los días deben ser iguales, porque los cambios no tienen por qué acontecer progresos, porque el progreso es la ruleta rusa de los temerarios que juegan con el futuro.

Hélike no tiene historia, es el estatismo hecho ciudad...

Iris - Nobody wins

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