No sabía distinguir si aquel impulso era meramente debido a su desviación sexual o quizás, a la melancolía de tiempos que ya no vendrán jamás. Con sus mórbidas manos agarrando aquella verja, observaba mudo a decenas de niños correr detrás de un balón o creando mundos en la hora del recreo.
Él no recordaba el patio del colegio de esa forma, sumido en una noche que nunca se acababa y solo vigilado por enormes focos de luz sintética. Hubo un tiempo en que el sol del mediodía jugaba a crear sombras con la pelota, a salpicar de destellos las gafas del más listo y a secar las lágrimas del perdedor. A pesar de que los pocos recuerdos que aún le quedaban no eran felices y ya no volverían nunca más, al menos parecían inocentes. Apoyó su cabeza sobre la verja, cerró los ojos y se desmoronó. Toda una masa grasienta y sin vida temblaba de desesperanza e impotencia, sin advertir, que al otro lado de la valla una niña de coletas lo miraba preocupada. Acercó su mano a la de él entregándole lo más preciado que tenía en ese momento. Gein abrió los ojos, la observó detenídamente como un animal ante una amenaza y cogió lo que la cría le ofreció. Era tan solo una pequeña tortuga de madera la que descansaba ahora en su mano, la niña sonrió ofreciendo nostálgicos huecos dentales y se fue rápidamente a resguardarse de la lluvia que comenzaba a dar signos de vida sin previo aviso.
Gein guardó aquel obsequio en uno de los bolsillos de su gabardina y se dió un grándisimo bofetón en la cara.
- No, hoy no maldito monstruo, ¡¡¡¡hoy no!!!
No hubo sol para secar las lagrimas del perdedor.
Él no recordaba el patio del colegio de esa forma, sumido en una noche que nunca se acababa y solo vigilado por enormes focos de luz sintética. Hubo un tiempo en que el sol del mediodía jugaba a crear sombras con la pelota, a salpicar de destellos las gafas del más listo y a secar las lágrimas del perdedor. A pesar de que los pocos recuerdos que aún le quedaban no eran felices y ya no volverían nunca más, al menos parecían inocentes. Apoyó su cabeza sobre la verja, cerró los ojos y se desmoronó. Toda una masa grasienta y sin vida temblaba de desesperanza e impotencia, sin advertir, que al otro lado de la valla una niña de coletas lo miraba preocupada. Acercó su mano a la de él entregándole lo más preciado que tenía en ese momento. Gein abrió los ojos, la observó detenídamente como un animal ante una amenaza y cogió lo que la cría le ofreció. Era tan solo una pequeña tortuga de madera la que descansaba ahora en su mano, la niña sonrió ofreciendo nostálgicos huecos dentales y se fue rápidamente a resguardarse de la lluvia que comenzaba a dar signos de vida sin previo aviso.
Gein guardó aquel obsequio en uno de los bolsillos de su gabardina y se dió un grándisimo bofetón en la cara.
- No, hoy no maldito monstruo, ¡¡¡¡hoy no!!!
No hubo sol para secar las lagrimas del perdedor.
Slowdive - Country rain