miércoles, 28 de noviembre de 2007

El aniquilador de sueños

Y serás eterno, incorruptible y supremo. Serás el legado evolutivo más perfecto de la humanidad. Mi hijo, mi compañero, mi mano derecha, serás libre de sentimientos, de capacidad para amar y empatizar, libre de prejuicios, un metahombre perfecto. Exequias, la máquina perfecta de aplastamiento humano, de aniquilador de sueños, de belleza inconcebible. Ya no te preocuparás de ser un fin, y permanecerás fiel al estado social que te creó, que te llenó de vida, que te dió la oportunidad de ver más tiempo que los demás seres humanos. Serás perfecto en tus artes y en tus fines, y dejarás de lado lo que ha derrotado a reyes, líderes y visionarios.

Dejaste de empatizar, para volverte máquina de guerra, dejaste de llorar, para covertirte en antimateria pura y abandonaste la idea de sentir para adquirir el don de no tener remordimientos.

Eres el coronel Exequias, Magistrado E-1.

Los susurros de Numan

sábado, 24 de noviembre de 2007

Pesadillas cítricas

La piel de la mandarina cayó juguetona sobre las piernas de Alexis.

- Mi querido Clyde, enfermo y patético como nadie ¿necesitas un poco de fruta para volver a tener el color de los vivos?
- ¿Porqué cojones no te largas de una puta vez y me dejas en paz para siempre? - le contestó Alexis tumbado desde la cama y desprovisto de cualquier vestigio de ropa que ocultase su descompuesto cuerpo.
- ¿De verdad que no te apetece un poco de zumo de mandarina? - aquel payaso demoníaco se aproximaba a él, derramando sobre el torso del coronel, gotas de la fruta que se maceraba en sus huesudas manos.
- Voy a matarte cabrón.
- Sería paradójico a la par que patético que hicieras eso,- le sonrío mostrando de nuevo sus desordenados dientes- aunque no me extrañarí
a que te mataras a ti mismo, ya lo hiciste una vez. Aún quedan restos de tus sesos en aquel patio interior.
- ¿Que quieres decir? - Alexis intenta
ba sin éxito moverse, estaba paralizado.
- ¿Después de tantos años aún no te has dado cuenta? Soy la imagen de tu inconsciente, de tu verdadero yo, el resumen de tu egoísmo, de tu egolatría, una síntesis de las perversiones de las que estás construido.
Eres un puto payaso, el arlequín de Hélike.


Fue entonces cuando Alexis creyó despertar, a pesar de que hacía incontables siglos que no dormía. Estaba solo, desnudo y a oscuras en su cuarto, como siempre. Quiso morirse, quiso buscar de nuevo con su cráneo el suelo de pizarra roja, quiso desaparecer por abandonar a Andrei, por engañar a los suyos en una locura, por olvidar lo bueno que podía haber sido todo. Quiso aniquilar su propia existencia y el tiempo en el que ocupó un lugar en la historia de los hombres.

Y echó de menos un amanecer, una mañana con cálidos rayos de sol. Se ahogó en la impotencia de no sentir como un ser humano. Y allí se quedó durante horas, en posición fetal.


VNV Nation - standing

lunes, 19 de noviembre de 2007

Mis proyecciones son eriales

Todo lo que proyecta mi cortex frontal, es erial. Páramos de despojos y evos remanentes, conclusiones abstractas de unos planteamientos no formales y de por si triviales en su esencia. Las tundras de reminiscencias pasadas son el escenario constante al bajar por tercera vez del tren. Trenes que descarrilo con el mero acto de observar por la ventanilla, los eriales que delineo con mis pupilas de mármol. Ni cadáveres ni hierros retorcidos, simplemente una vía muerta y el principio de una senda plagada de niebla y terrores arquetípicos, ya ahullan las lamias y rien atrozmente los agujeros negros. Vuelvo al pasado, donde nadie me reconocerá, ni por mi acento, ni por mis artes... quizás, para voler a emerger en otro oceáno de aguas negras, donde adoptaré la forma de una lamprea succionadora de sueños.

The field mice - Triangle

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Grasa y excrementos

Los días pasan con una lentitud tal, que la locura los alcanza y envuelve al que cuenta los segundos. Día tras día, en el mismo asiento, frente al mismo televisor, observando las mismas imágenes, no sé hacer ya otra cosa que pensar. Pienso en si alguna vez fui feliz, esa pregunta es fácil de responder por su rápida respuesta y por la inutilidad de su formulación. Pienso en mi propia naturaleza, en si he sido un fin en mi mismo, y llego a la conclusión de que no, de que me quedé a medias en ese supesto objetivo último, y que he pasado siglos siendo el medio de algunos y la herramienta de otros, incluso para mi mismo he sido un medio para evadirme de mi propia existencia. De vez en cuando observo a las larvas que devoran mi torso, y sueño con todas mis fuerzas ser como ellas, para así solo pensar en comer, defecar y sufrir una metamorfosis para volverme un devorador de mierda. Me quedé en ese último estadío del ciclo de las calíforas...

Las imágenes de chicas menores pueblan mi salón, ellas son mi medio para evadirme. Y lo siento, no me doy asco ni pediré disculpas, no puedo remediar mi condición, una condición que me valió la repugnancia de la sociedad, pero que ésta pudo paliarse gracias a que serví como medio para establecer su puto orden social. Es gracioso como se pueden olvidar grandes valores, por otros donde la renumeración económica será mayor. Todo lo que me rodea acaba corrompido, como mi propio cuerpo, en el cual no se distingue la carne genital del movimiento en masa de las miles de larvas que muerden y desgarran mi ser.

Escucho el crujir de la puerta trasera del patio, sé que vienen a por mi, y que volveré a ser el medio para alguien. Los motivos no me importarán, pero no tendrán que esforzarse en convencerme mucho, por que estoy tan cansado de permanecer en este sofá plagado de sudor y semen seco, que necesito volver a hacer lo que se me daba bien. Destruir.


Los días informes de Gein Bonjorsson

domingo, 11 de noviembre de 2007

El camino a casa

Había estado toda la noche escuchando a los Xymox en el pub Público del parque de la Mortaja. Me gustaban, toda vibración acústica debía ser épica para que llegara a tocar lo más hondo de mi, una épica heróica, o una cósmica, o incluso una épica melancólica, cualquiera valía. Ya era tarde y mi constante apatía, en unos casos en mayor grado que otras veces, me convenció de no dirigirme a los puentes de Hélike. Esa noche me apetecía pasear por los callejones del raval de Ipsópolis. Calles retorcidas de humedades viscosas y seres sórdidos. Quizás no más que yo. Por entre las sombras artificiales de las vértebras de las gruas, en su eterno trabajo de no sé qué obras, fumaba e intentaba darle forma a los vahos del invierno.

Y ahí estaba, el espacio entre yo y mi consciencia, ese espacio intangible que se curvaba en los límites de los sentidos, donde ya no habían pruebas empíricas que demostrasen que no andaba por la calle "Horno fondo", sino por las curvaturas imposibles de la avenida "Kalabi-Yau". Temía tropezarme con mi Yo supersimétrico en forma de payaso y que me mandase a la mierda cuando comprobara que aún de vez en cuando pensaba en lo moral de mis actos, me haría callar gritándome la poca importancia de mis artificios. No quería caer en aquellas disertaci
ones mentales, pero no podía escapar de ellas, como el campo gravitacional de una singularidad, me acababa atrayendo hacia las pesadillas de la verdad más desnuda de la existencia, la que me hundía y me recordaba una y otra vez, que ya nunca podré reunirme con mi legado genético y lo trivial de mi deseo.

Tras un rodeo, llegué al postigo de mi edificio. Ahí estaba, esperándome para acoger una vez más mis repetidos fantasmas y a los ahogos de mis pesadillas. Hoy no estaré solo, aquel chico llamado Arthur me esperaba rabioso y encadenado a la cocina, a la espera de vísceras humanas, las cuales yo no llevaba encima. Sonreí. Cuando el chirriante ascensor llegó a recogerme, no pude evitar mirarme en su espejo. Tuve que apoyarme en el apoyabrazos, ya apenas reconocía al niño que una vez fui, tampoco pude reconocer los límites del contorno de mi figura, no podía precisar cuando acababa yo, y empezaba el espacio crudo. Temblé. El ascensor comenzó a subir y eso me llevó a entender el repugnante cúmulo de vacío del que estaba hecho mi carne, y de como la nada impregnaba todo. Y entonces, me derrumbé.

La existencia desnuda del coronel Salas.
Clan of Xymox - Medusa

jueves, 8 de noviembre de 2007

Dubrovnik

Podíamos pasarnos horas follando, solo para pasar el tiempo. En un segundo, la escena de frios cuerpos entrelazados como lianas en baobabs, pasaban a formar parte de dos binarias eternamente girando en el vacío, como siempre. Ella en el baño, vomitando muerte y yo en la terraza, fumando memoria. Copulábamos solo para pasar el rato, como quién hurga su nariz mientras espera en un semáforo o explota espinillas de su barbilla viajando en el ascensor. El orgasmo hacía tiempo que se extinguió como un dodó en las selvas de nuestos sexos. Nunca sabré porque lo hace ella, y es que está tan cerca pero tan lejos que me sería más fácil caminar un millón de años luz antes que llegar a su esencia. En mi caso, solo me acuesto con ella a modo de evasión, una manera de que en unos breves momentos de tiempo, pueda viajar a Dubrovnik y vivir de nuevo aquella tarde de junio, antes de lo inminente, cuando jugábamos con las olas a ser poseidones de carne.

Ella era otra y ya no está. Yo sigo siendo el mismo, y lo malo, es que he perdurado demasiado...

miércoles, 7 de noviembre de 2007

El pensamiento desconectó la existencia

No traté de cubrirme la cabeza. Es lo que siempre se me pasa por mi retorcida mente milenaria cuando estoy a punto de ejecutar un "trabajo". Mis compañeros ni siquiera podrían imaginar lo que ronda mi cortex en los instantes previos al acto de desproveer de la vida a un ser. A un ser humano. Oscar una vez trató de adentrarse en mis infiernos con la sigilosa pregunta de "¿No tienes remordimientos morales a la hora de realizar tu trabajo?". Siempre le he destrozado los oídos con pura palabrería en base al formalismo ético y una de sus corrientes en las que los actos morales, son aquellos que me llevarán a un fin óptimo. El siempre acudía a Kant para contrarestarme, el muy jodido racional. Todo aquello para no decirle la más pura verdad, me da igual, he matado a tanta gente que ya soy inmune a ello. Ahora falta autoconvencerme de ello.

Cuando todo acaba, y es la hora de borrar las pruebas y deshacernos del cadaver, vuelvo a pensar en que no traté de cubrirme la cabeza en la caída. Todo ello en silencio, sin levantar sospechas del pasado más ruinoso y cobarde que pude tener como hombre. Tras terminar el trabajo, siempre acostumbrábamos a ir un pub cerca de la discoteca Ática, donde el synth-pop dominaba el espacio. Oscar, Frank y yo, tres mercenarios frente a algún destilado aguado, y la música etérea, siempre acariciando nuestros oídos.

No sé si alguna vez me atreveré a confensarles que un día me suicidé, que no pude con la desidia de mi vida, y que cuando me deslizaba por el vacío de aquel patio de luz lleno de moho, sonreí al ver acercarse el suelo ante mi. No me cubrí la cabeza, porque no tenía miedo. Ahora si que lo tengo, al comprobar que estoy condenado para toda la eternidad a vivir con la desidia de la que intenté huir.

Alexis Salas y la destrucción cartesiana.

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