sábado, 22 de marzo de 2008

Divergencias testimoniales

Solo queríamos el dinero por un poco de crack, éramos el intermediario, el correo y cabeza de turco. Nos tocó pagarlo con los oídos, en vez de una misa del perdón nos otorgaron el diálogo de los difuntos. Nunca imaginé que mi fin se traduciría en la incomprensión de los sexos, incluso después de la muerte.

- No vuelvas otra vez con lo mismo Radic.
- Pero necesito respuestas y necesito que sean claras.
- ¡Mira Radic, estás muy mal! - le increpó una Laura a punto de descomponerse, sin soltar el arma que portaba -nunca nada de lo que te pueda decir va a llegar a contestar todas tus dudas, además, no es el momento ni el sitio adecuado para esto.
-Nunca lo es para ti, Laura - el canuto de hierba se consumía en los labios de Radic, sin que este apreciara el calor que los abrasaba.
- Yo te quiero niño gris, pero tú nunca lo has hecho - Laura contenía su arma en la frente de los testigos de aquella discusión surrealista entre mercenarios de carne podrida - Tú amas una fábula de sueños, algo que se esfumó en la noche de los tiempos y que no me pertenece.
- ¿Cómo te atreves a afirmar tan tajantemente lo que yo siento o dejo de sentir? - le apuntaba con un dedo acusador - Eres tú la que dispuso las reglas de un juego que cambian según yo esté hundido o destruído, porque las escirbes cada día con el puño de la indiferencia.

Laura sonrío pero marcando una tristeza infinita, era la sonrisa de todo lo perdido, la sonrisa al caer la bomba en Hiroshima, la misma que está presente cuando el cancer terminal toca la última célula pulsante del corazón y la misma que vio al sol devorando la superficie de la Tierra. La sonrisa de la impotencia, la más pérfida de todas las que un humano verá en su vida.



Eramos adictos al crack y solo necesitábamos el dinero para aislarnos del mundo corroído que nos oxidaba en el tiempo. Y acabamos presos de la justicia de otros. Lo último que ví fue a dos muertos, un hombre gris y una mujer sombría que jugaban a no encontrarse, porque ambos caminaban por bosques distintos pero por caminos con la misma malahierba en sus vadenes. Antes de que mi cerebro dejará de promover sinapsis de conciencia escuché "Nunca sabrás lo que es querer" pero no logré adivinar si la voz que produjo aquella frase fue masculina o femenina.

Ya daba igual.

Seabound - Domination

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