Ya no volverán los años de seminarista, solo quedarán siglos de aniquilación nihilista.
- Sé que todo saldrá a la perfección. Confío en ti más que tú en tus creencias.
Llovía, como en todos los días tristes, como en todas las historias trágicas. El agua hace que la gente camine más deprisa, los hace estar más atenta a lo adoquines resbaladizos que a los rostros que los contemplan. Los rosotros que acabarían por siempre con las prisas, la lluvia y las historias.
- Eres mi acólito preferido, Bautista, y sé que no me defraudarás.
- Demuestra con una prueba de Fé el amor por mi y los tuyos.
Apretar el botón rojo es mucho más fácil de lo que parece, siempre que desconozcas la acepción de empatía y no pertenezcas a la dimensión humana. Todo el hipermercado saltó por los aires y los pisos que descansaban sobre él, colapsaron por ley física. Una ensaladilla de escombros, miembros mutilados y silencio tras el holocausto de Fé. Trabajo terminado.
Lo último que vió de su genocida obra fue a aquella niña. Buscaba ensangrentada la parte que le faltaba de su madre. Nunca encontaría el resto de cuerpo que se prolongaba más allá de la mano que sujetaba con fuerza.
El gesto más inhumano que se generó en aquel nuevo cementerio, fue el dejarla con vida. Él lo sabía, por ello, mientras caminaba hacia algún bar del centro de Ipsópolis, intentaba apartar aquello de su mente imaginando una hilera de tetra briks de leche rompiendo su orden perfecto. Era su primer trabajo, y alcanzó la máxima nota en las aulas del purgatorio.
Solo los ojos de una niña se fijaron en su figura enjunta, deshecha y antigua. Jostein la miró tras sus gafas de sol, pero ni un solo músculo se movió bajo su empapada gabardina, la que delimitaba su figura de corrupto. La madre tiró de su brazo para que continuara el camino, un camino ya escrito y que acababa en el pasillo siete, donde se apilaban los productos lácteos de manera perfecta.
- Demuestra con una prueba de Fé el amor por mi y los tuyos.
Apretar el botón rojo es mucho más fácil de lo que parece, siempre que desconozcas la acepción de empatía y no pertenezcas a la dimensión humana. Todo el hipermercado saltó por los aires y los pisos que descansaban sobre él, colapsaron por ley física. Una ensaladilla de escombros, miembros mutilados y silencio tras el holocausto de Fé. Trabajo terminado.
Lo último que vió de su genocida obra fue a aquella niña. Buscaba ensangrentada la parte que le faltaba de su madre. Nunca encontaría el resto de cuerpo que se prolongaba más allá de la mano que sujetaba con fuerza.
El gesto más inhumano que se generó en aquel nuevo cementerio, fue el dejarla con vida. Él lo sabía, por ello, mientras caminaba hacia algún bar del centro de Ipsópolis, intentaba apartar aquello de su mente imaginando una hilera de tetra briks de leche rompiendo su orden perfecto. Era su primer trabajo, y alcanzó la máxima nota en las aulas del purgatorio.
Love is colder than death - Wild world
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