jueves, 25 de diciembre de 2008

Héroes y crueldad (II)

Cómo disfrutaba de la presión de un paladar caliente y una lengua húmeda. Rememorando veinte años menos, Lasse Vatanen se dejaba llevar por el volante de su Alpine y por el movimiento oscilante de aquella rubia que había convencido por medio gramo de nada adulterada. Cerrado el negocio, era momento de celebrarlo con los suyos en aquella fiesta donde la coca, el sexo y las prácticas prohibidas iban a ser las princesas de Maine, y el alcohol bañando sexos, los reyes de Nueva Inglaterra.

A toda velocidad pasaba el paisaje de la avenida de la ladera, por las ventanillas de su automóvil. Un segundo de evasión y una eyaculación sucia y simple entre encias. Al abrir de nuevo sus ojos, tuvo que cambiar su sonrisa de satisfacción por el de un rictus de pánico tan antiguo como la humanidad. La pareja que ocupaba el Trabant crema salido de la nada, no le quitaba ojo de encima, ni siquiera para girar en las curvas. Fue una aparición fantasmagórica, no había otra explicación posible.

- ¡Mierda, mierda, mierda! - gritaba Lasse apurando la última marcha como premonición inminente.
- ¿Qué coño pasa Lass? - le preguntaba sorprendida su acompañante mientras escupía el premio en forma de grumo sobre un kleenex.
- ¡Cállate y agarrate! - aceleró hasta dejar atrás aquel coche espectral.

En muchos casos, todas las acciones quedan obsoletas e inútiles ante un fin inminente, una cucaracha podría aprender a entonar fonemas de piedad en dos segundos frente al pie que la convertirá en una pasta líquida, y no serviría de nada. Perder el control del coche estaba escrito en las cuerdas del universo, salir despedida por el cristal delantero hasta impactar y reventar todos sus órganos internos contra el pilar del puente, pintado en las simetrías del cosmos. Quedar empalado con tus propios fémures mientras intentas alcanzar todo el aire posible del exterior, es solo un aderezo irónico de la escena final.

- Saaacaggme de aquí...pog favog... - sus dientes saltaron por todo el salpicadero y era incapaz de acertar con los fonemas, aprender un lenguaje no es fácil para las cucarachas.

Mientras agonizaba como un cerdo en plena matanza, la pareja del Trabant ya se encontraba frente a frente con la bizarra escena. Radic liaba un canuto de hierba, mientras Laura miraba el cielo cubierto de colosales vigas. En ningún momento curzaron mirada entre ellos ni con el moribundo Lasse que mezclaba con encanto lágrimas con sangre brillante y espumosa.

- Poggg Dios, sacagggme de aquí o remataggme, cabronegg.

Laura miró al suelo, acarició su coño y dijo en un tono tan neutro que ningún ser perteneciente al género humano podría haber emitido "Que nadie nunca más, vuelva a entrometerse en nuestros negocios. Gracias"

Se largaron como vinieron, en silencio y sin ni siquiera mirar a los ojos de la víctima del miedo. El arma más mortal que poseían.

- Tenegggg piedaggggg....


A place to bury strangers - To fix the gash in your head

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