sábado, 21 de junio de 2008

La justicia por la justicia

Cuando los ejecutores no pertenecen al plano humano, los actos no pueden tener una consideración moral, sería igual de patético que darle una connotación antropocéntrica a un hecho natural. "Esa supernova es inteligente", no tiene ni un ápice de sentido, vamos, que suena a gilipollez de algún nuevo rico subnormal. Con este discurso cubro de cemento mis confrontaciones éticas y mis emociones. La justicia por la justicia.

Salía de Ática regodeandose con dos putas y algunos de sus guardaespaldas. Lamentable escena del ser humano, resumido en un barrigudo y sudoroso cincuentón de olor avinagrado. Besaba los cuellos de aquellas dos, entre risas y babas. Nunca soporté a los que se creen intocables. Hace un mes obligaba a un niño de once años a violar a su hermana de siete. Desde aquello el chico golpea todas las noches su cabeza contra la pared para no volver a tener deseos sexuales por su hermana. Ella esta muerta.

Todo fue grabado en cinta de vídeo casero. La cinta llegó a mis manos con la nota de la venganza, y con dinero por adelantado. Frank y Oscar no pudieron reprimir las lágrimas. Yo no quiero lo que falta por pagar. Ahora es una cuestión moral. La justicia por la justicia.

Estábamos en un callejón cerca de Ática. Sus guardaespaldas empapados de sangre, como los restos de una cazería. Las putas huyeron y él se orinó encima. Oscar, Frank y yo, de pie frente a él, con nuestras armas humeantes. Me encantan estas escenas "lynchianas", miradas, quietud y silencio. Una sombra humana con una K brillante nos vigilaba desde lo alto de un alfeizar, rondador nocturno. Por sus gestos pareciera que nos diera el permiso de Dios por hacer lo que ibamos a hacer. Me importa una mierda, igual lo hubiera hecho.

Con mi gesto, Oscar se bajó los pantalones. Frank desnudó a nuestra víctima y yo le coloqué mi arma en su garganta, intentando tocar el fonde de ella para que notara un miedo y una arcada infinita. Oscar le empezó a sodomizar, treinta y cinco centímetros de sexo seco y bombeante entre las nalgas de un deshecho humano. Como nosotros. Entre despojos de la humanidad no merecen la pena las valoraciones morales de los actos, ni principios éticos de éstos. Solo la justicia por la justicia.

Eso es lo que me repito siempre después de cosas como esta.

Ni el pequeño sabrá nada de nuestra venganza, ni la niña concibirá una vida después de esto. ¿A veces me pregunto si merece la pena todo lo que hacemos? Pero es análogo a preguntarse si el ser humano merece la pena...


Alexis Salas y los trabajos sucios. (The last dance - Distantly)

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