Cuando los trabajadores terminan su jornada laboral, yo comienzo la mia. Nos cruzamos en los vagones del metro superficial sin poder apreciar la hora en que nos encontramos; mirar al cielo no sirve de nada. Llevo años realizando la misma rutina y nunca he imaginado unas siete de la mañana con amanecer, son leyendas de nuestros antepasados. Bajo en una parada cerca del centro de Ipsópolis, me gusta caminar un poco antes de llegar a Ática, mi lugar de trabajo donde tantas noches he servido copas a perdedores, putas y personajes que parecían no pertenecer a este mundo.
Se cruzan a mi lado caras sin historia, jóvenes de sonrisa tetánica, ojos sumergidos en la oscuridad del cansancio y algunos policías con gafas de sol en las cuales mi rostro se ve perfectamente reflejado. La voz de nuestro presidente se escucha por doquier, es la hora del mensaje del fin de la jornada laboral en nuestro gobierno democrático y socialista, deja caer algún apunte sobre el misterioso invierno nuclear que persiste fuera de nuestra preciosa cúpula y poco más. Mi pie derecho se sumerge en un charco verdoso, producto de la llovizna de la mañana. Me acuerdo de los muertos de alguien cercano y doblo por la esquina de la avenida Alcudia, donde ya comienzan a brillar las luces del local. Veo a gente esperando ansiosa la apertura de puertas, tambien a los camellos de siempre estratégicamente colocados preparados para comenzar también su jornada laboral.
- Llegas tarde - me comenta con una sonrisa uno de los porteros cuyas venas de los brazos latían como si fueran a estallar.
- No lo suficiente - le contesto.
Una noche más en Ática, la discoteca más importante y peligrosa de Ipsópolis, donde el synth-pop, la dark wave y el EBM reinan a sus anchas. ¿Con quién hablaré de la naturaleza del tiempo hoy?
Se cruzan a mi lado caras sin historia, jóvenes de sonrisa tetánica, ojos sumergidos en la oscuridad del cansancio y algunos policías con gafas de sol en las cuales mi rostro se ve perfectamente reflejado. La voz de nuestro presidente se escucha por doquier, es la hora del mensaje del fin de la jornada laboral en nuestro gobierno democrático y socialista, deja caer algún apunte sobre el misterioso invierno nuclear que persiste fuera de nuestra preciosa cúpula y poco más. Mi pie derecho se sumerge en un charco verdoso, producto de la llovizna de la mañana. Me acuerdo de los muertos de alguien cercano y doblo por la esquina de la avenida Alcudia, donde ya comienzan a brillar las luces del local. Veo a gente esperando ansiosa la apertura de puertas, tambien a los camellos de siempre estratégicamente colocados preparados para comenzar también su jornada laboral.
- Llegas tarde - me comenta con una sonrisa uno de los porteros cuyas venas de los brazos latían como si fueran a estallar.
- No lo suficiente - le contesto.
Una noche más en Ática, la discoteca más importante y peligrosa de Ipsópolis, donde el synth-pop, la dark wave y el EBM reinan a sus anchas. ¿Con quién hablaré de la naturaleza del tiempo hoy?
Psyche - Misery
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