domingo, 27 de abril de 2008

La vida en Hélike III

Rezuma traición.

Es la hora de terminar mi jornada por lo que la meditación de mi sentencia es rápida. Quizás difusa. Sus ojos suplican compansión a pesar de su rostro desafiante. Culpable de traición al estado y de servir a grupos terroristas.

- ¿Por qué?

- Las pruebas son irrefutables. Los hechos innegables. Es la ley.

Encerrado de por vida es lo que le esperará en su juicio. No tendrá ninguna oportunidad, la justicia en Hélike es implacable. He hecho mi trabajo de la mejor manera posible, sirviendo al estado que nos protege de las pesadillas que rondan el exterior de la cúpula, por lo que no caben remordimientos.

Cuando abandono el frío e imponente edificio del Ministerio para la Seguridad del Estado, un escalofrío muerde mi espinazo. Ocurre a menudo, pero no consigo explicarme el porqué aunque medite sobre ello en mi trayecto en metro hasta mi hogar. El movimiento de los vagones a veces me hace despertar de mis disertaciones silenciosas, y es cuando observo la garganta oscura de Hélike por la ventana, ni siquiera las luces de neón someten la noche que se instaló sobre ella durante siglos. Al llegar a casa, cenaré verdura hervida y un filete de pescado, igual que ayer, al igual que anteayer, la semana pasada, el mes pasado y así durante mis 32 años de servicio.

Solo me queda el estado y solo, camino hasta mi dormitorio.

Buenas noches.

martes, 22 de abril de 2008

La vida en Hélike II

Cuando los trabajadores terminan su jornada laboral, yo comienzo la mia. Nos cruzamos en los vagones del metro superficial sin poder apreciar la hora en que nos encontramos; mirar al cielo no sirve de nada. Llevo años realizando la misma rutina y nunca he imaginado unas siete de la mañana con amanecer, son leyendas de nuestros antepasados. Bajo en una parada cerca del centro de Ipsópolis, me gusta caminar un poco antes de llegar a Ática, mi lugar de trabajo donde tantas noches he servido copas a perdedores, putas y personajes que parecían no pertenecer a este mundo.

Se cruzan a mi lado caras sin historia, jóvenes de sonrisa tetánica, ojos sumergidos en la oscuridad del cansancio y algunos policías con gafas de sol en las cuales mi rostro se ve perfectamente reflejado. La voz de nuestro presidente se escucha por doquier, es la hora del mensaje del fin de la jornada laboral en nuestro gobierno democrático y socialista, deja caer algún apunte sobre el misterioso invierno nuclear que persiste fuera de nuestra preciosa cúpula y poco más. Mi pie derecho se sumerge en un charco verdoso, producto de la llovizna de la mañana. Me acuerdo de los muertos de alguien cercano y doblo por la esquina de la avenida Alcudia, donde ya comienzan a brillar las luces del local. Veo a gente esperando ansiosa la apertura de puertas, tambien a los camellos de siempre estratégicamente colocados preparados para comenzar también su jornada laboral.

- Llegas tarde - me comenta con una sonrisa uno de los porteros cuyas venas de los brazos latían como si fueran a estallar.

- No lo suficiente - le contesto.

Una noche más en Ática, la discoteca más importante y peligrosa de Ipsópolis, donde el synth-pop, la dark wave y el EBM reinan a sus anchas. ¿Con quién hablaré de la naturaleza del tiempo hoy?

Psyche - Misery

lunes, 14 de abril de 2008

La vida en Hélike

Cuando el despertador comienza a sonar, sé que lo bueno ha acabado. La colcha se desliza hacia el suelo y con ella mis pies, haciendo que el frio llegue a congelar incluso mis asimétricas vértebras cervicales. A pesar de correr las cortinas de hilo blanco que cuelgan sobre la ventana de marcos de madera, la luz no entra en mi cuarto. La luz ahí fuera no existe. El cartón de leche está vacío, así que una simple manzana tomará el papel principal del desayuno. Lavo mis dientes con dentrífico barato y observo en el espejo mi rostro alienado. Los lunes son duros.

No me cuesta esfuerzo tomar asiento en el metro, cada cinco minutos para uno de ellos en la oscura estación que se encuentra bajo mi humilde apartamento. Intento echar una cabezada mientras las voces de los trabajadores se entrecruzan con el sonido del mensaje de la mañana de nuestro presidente. Decenas de personas leen sus periódicos, periódicos idénticos, libros idénticos y uniformes idénticos pueblan un vagón lleno de grafittis y olor a viejo.

La oficina, es idéntica a las de las demás plantas de un edificio idéntico a los de alrededor. El centro de Hélike es un espejo de si mismo. Las horas pasan con la misma pauta que las semanas anteriores, la misma secuencia lógica de acontecimientos me lleva a coger de nuevo el metro cuando acaba la jornada laboral. Otra vez el mensaje de nuestro presidente animando a la producción para levantar Hélike; y las mismas caras de esta mañana pero un poco más distantes, más inertes. Lo único nuevo son los pequeños grupos de jóvenes de cabellos imposibles y maquillajes histriónicos, dispuestos también a alienarse en la noche eterna de algún barrio sórdido.

Mi apartamento, de colores pastel y alfombras grises, cada vez me resulta más ajeno. La televisión solo emite las dos emisoras de nuestro estado y no a todas horas, solo en franjas determinadas. Ahora no hay programa alguno, solo la carta de ajuste y una melodía de Alphaville. La apago. Sigue sin quedar leche en el cartón de la nevera, por lo que decido acostarme sin nada en el estomago. Y es cuando he dejado de comer de una parte a aquí, cuando he comenzado a pensar. Los pensamientos me llevan a la lógica, y ésta, a la angustia de comprobar mi vida sin vida.

Mañana desayunaré, ya lo creo. Sé que la policía política controla la frecuencia de mis compras de alimentos, como todo en esta ciudad, y ya hace un mes que la leche se terminó... Prefiero la no noción de la realidad a pasar el resto de mis días en una celda minúscula o lo que es peor..., deportado fuera de la cúpula, con los muertos...

Skinny project - A diferent morning

sábado, 5 de abril de 2008

Botines de guerra

La guerra da asco. Sé que no es nada nuevo pero tengo que vomitarlo. Inmerso en los escarnios del hombre, entre explosiones, metralla, excrementos, tierra y trozos irreconocibles de cuerpos, tengo que vomitarlo. Me repugna la guerra, y más me repugna los actos de los hombres que la inician entre bastidores. He tenido que ver morir a gente que nada tenía que ver con todo esto, he tenido que mentir al moribundo con días que no se darán y por obligación me he contenido las lágrimas para que los otros las pudieran mostrar sin reparo. Debo mantenerme firme ante mis hombres.

Dirigiendo un batallón de hijos de la mutagénesis en la zona sur de Hélike he tenido que soportar la visión de la humillación. Ni lucha por los derechos de los hombres, ni por una libertad nada utópica y ni siquiera por una justicia merecida, todo era mentira. Hileras de mujeres, como productos manufacturados, eran obligadas a participar en la orgía de la degradación. "Para subir la moral a las tropas se ha de darles el botín de guerra..." fueron las palabras del capitán Brian Willis. Hijo de puta. La guerra nos recuerda nuestros instintos depredadores, nos despierta el paleocortex.

Niñas de trece años, ancianas, madres, hijas, todas abiertas de piernas, con restos de su propio vómito en la cara y ojos de viejas ofrecían el trofeo a los deformes y asimétricos de mis hombres. Empujones, eyaculaciones ignominiosas y humillantes frases proferidas por las que antes fueron víctimas:"¿Qué se siente ahora putas, al tener sobre vosotras a los que antes teníais bajo vuestros pies?". Muchas murieron de asco y de dolor. El estigma histórico de marcar a la mujer como trofeo de guerra frente a los derrotados, el edén vuelto harén. Estas eran las consecuencias que debiamos aceptar cuando Vox populis nos reunió para el gran día del alzamiento. Tocaba callar y avergonzarse de uno mismo en silencio. Yo, que fui un hombre de Fé, ¿en qué esquizoide y grotesca pesadilla he acabado? ¿Cómo he llegado a esto?


La respuesta es simple: Alexis Salas, él hace que me avergüence de pertenecer a mi propia especie.

Jostein Jhonsen

"Las naciones se airaron y tu ira ha venido:
el tiempo de juzgar a los muertos,
de dar el galardón a tus siervos los profetas,
a los santos y a los que temen tu nombre,
a los pequeños y a los grandes,
y de destruir a los que destruyen la tierra"




(In strict confidence - Forbidden fruit)

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