domingo, 13 de enero de 2019

Efecto Doppler



Solo ese zumbido que se confunde con el silencio. No cesa. Es la radiación de fondo. La prueba irrefutable de que algo ocurrió antes de que ni tan siquiera un encéfalo pudiera saberse consciente de sus espacios intersinápticos. La pantalla reverbera con esa frecuencia de imagen tan vetusta, tan soviética; y nada. Solo el zumbido.


El titilar de las luces de los paneles me recuerda a ese viaje en coche. Al último viaje. Como echo de menos que me llevaran de noche en el asiento del copiloto, con la ventanilla entreabierta para sentir halos de realidad y neones de oscuridad. Exiguos momentos en los que entendía que ocupaba un sitio en el mundo,…en el de los vivos. La música ambiental, que entonando notas que se disipaban y escapaban por esa rendija entreabierta, fijaba el límite de nuestro mundo y el agujero negro de ahí fuera.


Te fuiste al finalizar la música. Ya sabía que lo harías. Todas las melodías acaban en la más mísera tristeza. Te perdiste en el horizonte de sucesos, y es por ello que llevo siglos mandándote mensajes. Utilicé todos los filtros y ondas, me masturbé con las de radio y sucumbí a las X. Al principio obtenía respuestas, luego fueron siendo menos frecuentes, hasta que te volviste ese zumbido tan familiar y amargo. El efecto Doppler siempre fue la banca en este juego fracasado. 


Todos los días observo ese monitor obsoleto que resistió a la guerra fría. Todos abandonaron hace tiempo la esperanza de una señal, pero yo ya dejé colapsar estrellas hace eones, y no me queda más remedio que escuchar tu zumbido y la imagen estática que proyecta un monitor viejo, obsoleto y soviético.


Han pasado días, pero aquí, son centurias. La relatividad especial siempre fue la banca en este juego de fracasados.

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