- ¿Y ahora? - preguntó con voz temblorosa
Oscar, rodeado de aquellos personajes dignos de un mal sueño de Lynch.
- Ahora lo va a reventar y seguramente, puto monstruo, lo joderá bien jodido - contestó Willis esbozando una sonrisa ácida sin quitar ojo al monitor de su portátil.
Alexis permanencia inmutable, perdido en las sombras de su córtex entre calada y calada, sin atender a la conversación.
- Tapate los oídos si eres algo sensible - grazno Gein haciendo lo que mejor sabía hacer: tragar Íslenskt Brennivín y sobar sus genitales.
- Y reza por él - masculló un hierético Jostein tras sus oscuras gafas, por lo que nunca nadie intuía a quien observaba - o lárgate.
- ¡POR DIOS, POR DIOS, POR DIOS, NO DIRE NADA, POR DIOS! DÉJAME IR, POR FAVOR- tras la puerta que dividía al grupo de "hombres" de la carnicería más triste de la historia, Ariel Fitschburne, camarada cabo de los servicios penitenciarios de Hélike, se retorcía desesperado por un futuro determinista, un futuro triste.
- Claro que no precioso - la susurró Andrei a escasos centímetros de su rostro, vertiendo su aliento pútrido, fruto de cientos de año de encierro y locura en la mayor prisión de seguridad de la cúpula. - claro que no dirás nada, no te preocupes, no se lo diremos, palabra de Andrei.
- NONONONO, POR VAVOR ANDREI, POR FAVOR DEJAME IR, PUEDO OFRECEROS INFORMACION PRIVILEGIADA.
-¿UN PUTO CABO DE MIERDA NOS VA A DAR INFORMACIÓN? ¿DE QUÉ? ¿DE QUÉ MANO USAS PARA PEGARTE PAJAS, HIJO DE PUTA? - le gritó vertiendo saliva espumosa en el rostro de Fitschburne. Así era Andrei, cambiaba el tono según variaba el spin de los átomos de nitrógeno que habitaban en sus cuencas desgastadas.
Manteniéndose encima del cuerpo maniatado de Airiel que yacía en el suelo, impregnado de orina, manchado de hecesy cubierto de lágrimas; Andrei comenzó a arquear su espalda hacia atrás. Llegó más allá de los limites biomecánicos, y con su cabeza tocando sus propios talones, se abalanzó cual catapulta medieval contra el deltoides derecho de su presa, lo apresó con su boca cadavérica y lo arrancó de cuajo. Masticar y deglutir mientras los gritos más infrahumanos que podía emitir un humano, surgían de la cavidad oral del funcionario de prisiones.
- Exquisito, que ricura de carne, Ariel.
Otra dentellada secciono de cuajo el pectoral izquierdo. Jirones de carne se entremezclaban entre los dientes descompuestos de aquella caricatura de piloto de combate, cadavérico, enjuto e impregnado del hedor del sadismo.
- ¡NOOOOOOOOOOOOOOOoooooo!, POR FAVOR PARA, PARA, POR FAVOOOOOooor…te lo pido
No paró, animado por los gritos cada vez más desesperantes de su presa, se escurrió hacia abajo y comenzó a hurgar con sus dientes los muslos de Ariel. Mordía, succionaba, lamia, procurando no dañar los vasos de mayor calibre, para que el desangramiento no fuera rápido, quería que Ariel disfrutara del espectáculo, de la última representación de su vida.
- Que carne más rica, joder, estas de lujo pequeño cabo - y sin dilación convirtió en eunuco a su festín de carne - que ricura, de verdad.
Ariel agonizaba, la grotesca escena que se presentaba ante sus ojos no era la esperada. Con 23 años nunca hubiera pensado acabar así, tumbado bajo una masa de carne macilenta que le devoraba poco a poco, exponiéndole sus propios trozos de su ser. Con 23 años comenzaba un futuro prometedor en el funcionariado estatal. Con 33, era el alimento preferido de un ser antediluviano, de un ente arquetípico fuera de los patrones de Lovecraft. Tan solo era el plato de carne del camarada teniente Andrei Gorlukovitch, un hijo de la gran puta que no debió haber nacido y ocupado plano existencial alguno. Y se abrió en canal. El dolor era tan intenso que fugaces destellos de inconsciencia comenzaban a abrirse laso.
- Vaya, vaya vaya lo que tenías escondido por aquí pillin, - Andrei se relamía sus cuarteados labios - ¡Esto es puto polvo de ángel!
Comenzó a lamerle las vísceras mientras le miraba fijamente a los ojos, con los suyos eyectados en sangre, como preso de un mixedema.
-ÑGGGGG – Ariel vertía lágrimas silenciosas.
-No, no, no, no te me vayas ahora Ariel, ahora que viene lo bueno –dentellada, mordisco y succión.
-ÑGGGGG
-¡JODER! NO TE VAYAS, HOSTIAS, AHORA VENÍA LO
BUENO –su cuerpo entró en torsión cual sensual lamia y se abalanzo hacia el
rostro del ya moribundo Ariel – No te olvidaré…
Y tras esas palabras, el rostro del joven cabo
comenzó a desfigurarse entre las fauces de su depredador, cual calavera emergiendo
de un rostro anciano, su carne era disuelta por la amilasa salival de Andrei.
Gorlukovitch se incorporó, dejando ante él un espectáculo
grotesco. Ya no era aquel cadáver deambulante, algo había cambiado, Se dirigió
a la puerta, la abrió suavemente, y con sus labios tersos, sonrió a su público.