No podía haber tenido más suerte. Como todo en la naturaleza, si se hubiera planeado seguro que no hubiera ocurrido. Mi batallón hacía días que habia perdido la moral, demasiado tiempo entre trincheras esperando a que los demás regimientos abrieran paso tras los puentes. Mientras, engullíamos toneladas de metralla cada día; los morteros eran los cocineros de nuestras vísceras.
Y allí lo encontré, entre los civiles que ansiaban escapar de este horror que no eligieron. Mucho más flaco, más sucio y herrumbroso que aquella noche en que lo vi entonando las últimas notas en Ática. La recuerdo porque fue la misma noche que acabé con el hijo de puta de Eusebio "dolor" Velasco. Nunca pensaría que fue él mismo el que me animo en mi perpetua desidia a partir en busca de ese proxeneta y mutilarlo hasta convertirlo en carne irreconocible. Todo gracias a sus poderosas melodías.
Y allí lo encontré, entre los civiles que ansiaban escapar de este horror que no eligieron. Mucho más flaco, más sucio y herrumbroso que aquella noche en que lo vi entonando las últimas notas en Ática. La recuerdo porque fue la misma noche que acabé con el hijo de puta de Eusebio "dolor" Velasco. Nunca pensaría que fue él mismo el que me animo en mi perpetua desidia a partir en busca de ese proxeneta y mutilarlo hasta convertirlo en carne irreconocible. Todo gracias a sus poderosas melodías.
Le miré a los ojos, los que siempre ocultaba bajo su espesa melena negra, y le supliqué. Ante las atónitas miradas de los miles de mis hombres, se subió sobre un pequeño escombro transformado en monolito para alzar su voz potente y épica, aquella que no había cambiado con la guerra de Hélike. Brutal fue la fuerza con la que arengaba en forma de notas a las masas combatientes, él proyectaba ondas sonoras de fuego y los mios le respondían con un nuevo brillo en los ojos.
Fue cuando el silbido de los morteros aniquiló el himno que nos devolvió la furia animal junto a aquel bardo de nombre desconocido. Demasiado tarde, una poderosa voz y unas notas habían surtido el efecto que deseaba. Y entonces miles de rabiosos, congestionados y enaltecidos mutados abrieron con sus propias manos una brecha en la dura vanguardia helikiana. Se tragaron sus propios morteros, literalmente.
Gracias amigo por tu himno. Descansa en piezas.
Fue cuando el silbido de los morteros aniquiló el himno que nos devolvió la furia animal junto a aquel bardo de nombre desconocido. Demasiado tarde, una poderosa voz y unas notas habían surtido el efecto que deseaba. Y entonces miles de rabiosos, congestionados y enaltecidos mutados abrieron con sus propias manos una brecha en la dura vanguardia helikiana. Se tragaron sus propios morteros, literalmente.
Gracias amigo por tu himno. Descansa en piezas.
2 comentarios:
Brutalmente directo y entrañable en su sentido más visceral...
Un fuerte abrazo desde el Otro Lado
Cada guerra es diferente... no se ve la misma suerte desde las trincheras o del otro lado de la caja idiota...
Me gusta, me gusta. Saludos.
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