jueves, 19 de marzo de 2009

Agujeros de gusano

La arena de aquella playa no era distinta a las que conocía. Trillones de granos de silicatos conformando la alfombra "roja" de la bienvenida.

Según lo previsto me despojé de toda mi ropa y mis utensilios de localización digitales, el pudor pronto se esfumó al comprobar que no había nadie allí, absolutamente nadie. Escondí todo detrás de la maleza de aquella playa y me senté en la orilla. Eché ligeramente el cuerpo hacia atrás apoyándome con mis brazos extendidos. Cerré los ojos notando la brisa marina en mi rostro y el ir y venir del agua entre mi sexo y mi ano. Era increible, ni un solo ruido de la civilización.

Aún notaba el mareo del viaje, era el primero por lo que se trataba de un síntoma normal. La fisiología humana no está acondicionada para este tipo de extravagancias propias de mi especie. Poco a poco notaba que el sol iba torneando como un alfarero, a la Tierra, dibujando sombras por todo el paisaje. Cansado de mi postura, decidí sentarme cruzando las piernas de cara al horizonte. A los pocos minutos aparecieron a lo lejos, primero pequeñas y luego agrandándose gracias a la ayuda de la curvatura terrestre.

Respiré con profundidad todo el aire que pude de Cayo Samaná, era increible ver aquella Nao escoltado por las dos carabelas acercándose inminentemente hacia mi.

Sabía quienes eran y cuales iban a ser las consecuencias.

No hay comentarios:

Curiosos

Radar...

Tráfico de hombres