Con el pelo revuelto y su oscura gabardina polvorienta, caminaba a escasos metros de mi. Sobre sus lentos pasos, ajenos a aquellos acordes melódicos que eyectaba de su guitarra, comenzó a alejarse por aquel camino de cal blanca. Todo ello no hizo más que reafirmar que las islas menguan y la podredumbre humana se extiende.
Desapareció en el horizonte en una tarde de Julio y con él, las islas y los hombres. Solo quedo yo, como ejemplo de podredumbre.
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