- Todo es dolor. Todo es miseria - murmuraba Oscar mientras contemplaba los estertores de su amigo Frank. Bajo el frio abrigo de los brazos de Alexis, intentaba en vano alcanzar bocanadas de aire con el que poder seguir en este lado existencial. Imposible. La carne que unía su cabeza con el tronco había sido arrancada de cuajo. Neil era la causa.
En ese mismo instante, al otro lado del barrio, un helado pulgar acariciaba el botón rojo. La duda, el punto de inflexión de un pequeño acto que derivaría en un efecto inconmensurable, hacía que Jostein se tomara su tiempo. Todos sabemos que hay sucesos que son imposibles de frenar. No hace falta ser un clarividente para adivinarlo, son los impulsos irracionales del hombre.
Y mientras la onda expansiva del coche bomba arrasaba las vidas de los funcionarios de una oficina del estado, Andrei seguía con la rutina de golpear su frio cráneo contra el granito que lo engullía. Quinientos años de monótonos actos, otra circunstancia más que derivaría en aprehender el futuro.
Como el futuro de Radic y Laura, el cual tenía los mismos trazos que su pasado y su presente. El estatismo es una aburrida enfermedad que concurre con la desidia para terminar en los pozos del infierno. Por tanto en esa noche, ella comería carne humana y él volvería a tener visiones apocalípticas premonitorias en su balcón.
Y mientras Alexis dejaba en el suelo el ya inerte cuerpo de Frank para proceder a la pelea de titanes contra su antaño compañero, Neil Rivers, Brian Willis limpiaba de sangre sus inmaculadas gafas. Su última víctima, una joven veinteañera, se había atrevido a dirigirse a él con aquel tono de voz que tanto odiaba, ese que intentaba emular una falsa maestría de la vida. Que pena haberse topado con un catedrático de la muerte.
Tan solo queda hablar de lo que hacía Gein en ese instante. Pero ello no hace más que repetir de nuevo el dolor y la miseria solo que acompañado de la nauseabunda soledad.
Y mientras la onda expansiva del coche bomba arrasaba las vidas de los funcionarios de una oficina del estado, Andrei seguía con la rutina de golpear su frio cráneo contra el granito que lo engullía. Quinientos años de monótonos actos, otra circunstancia más que derivaría en aprehender el futuro.
Como el futuro de Radic y Laura, el cual tenía los mismos trazos que su pasado y su presente. El estatismo es una aburrida enfermedad que concurre con la desidia para terminar en los pozos del infierno. Por tanto en esa noche, ella comería carne humana y él volvería a tener visiones apocalípticas premonitorias en su balcón.
Y mientras Alexis dejaba en el suelo el ya inerte cuerpo de Frank para proceder a la pelea de titanes contra su antaño compañero, Neil Rivers, Brian Willis limpiaba de sangre sus inmaculadas gafas. Su última víctima, una joven veinteañera, se había atrevido a dirigirse a él con aquel tono de voz que tanto odiaba, ese que intentaba emular una falsa maestría de la vida. Que pena haberse topado con un catedrático de la muerte.
Tan solo queda hablar de lo que hacía Gein en ese instante. Pero ello no hace más que repetir de nuevo el dolor y la miseria solo que acompañado de la nauseabunda soledad.
2 comentarios:
No he llegado a leer las partículas elementales pero, la verdad, ampliación del campo de batalla me pareció sublime y posibilidad de una isla me fascinó.
Un gran tipo el Michel ese.
Un fuerte abrazo desde el Otro Lado
All those moments will be lost in time, like tears in rain.
Todos lo sabemos. Un saludo, N.
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