- Clyde,... cuanto tiempo...
Y ahí estabas de nuevo con tu sonrisa de siete parsecs plagada de una miriada de purulentos dientes, proyectando hacia mi tu nauseabundo hálito, mirándome con esa exotropia que te caracterizaba. Pensaba que no iba a volverte a ver jamás, pero ahí estabas, devorando mandarinas junto a mi cama y dejando entre tus dientes numerosos colgajos de esa fruta de otoño.
- ¿Me has echado de menos... Clyyyyde?
Mirando tu grotesco rostro, me doy cuenta de mi reflejo. Siempre has estado aquí, junto a mi cama, pero era incapaz de verte. Empapabas mi desvencijado y desnudo cuerpo con el jugo de mandarina que mordías y mascabas como un animal antediluviano. Intentabas abrirme las puertas del otoño, para entrar en el crudo invierno...
A.S.