Cantaba en el fondo de la sala ese gran éxito que se repetía año tras año. El humo lo plagaba todo, y en ocasiones, su figura tan solo era un fulgor entre la neblina producto de la mezcla de cientos de cigarrillos que se consumían al ritmo de los teclados electrónicos. Ella le acompañaba en los coros. Sonrisas brillantes, pendientes de aro inmensos y mucha laca. Los cuerpos, entre luces de neón y los sonidos mas reverberantes de Ática, se convulsionaban sin almas que los guiaran.
- Todos estos que ves - comenzó a susurrar a su acompañante mientras observaban desde la barra el espectáculo que cada noche ofrecía la inmensa sala,- muy pronto yacerán rígidos y carbonizados en el suelo. De repente, todo cambiará. Será como un choque brutal a la realidad de la que estamos acostumbrados.
- Marburg, últimamente eres de lo más perturbador y pesimista que había escuchado nunca.- Le contestó un Óscar cansado e intercalando bostezos entre sus palabras. Había sido un día duro.
- Confundir el realismo con el pesimismo, lleva a no estar preparado para lo que viene.- Contestó un Marburg sombrío mientras dejaba unas monedas en la barra y se marchaba.
Oscar lo siguió con la mirada hasta que se difuminó en la penetrante niebla blanquecina de la sala. En su interior presentía que algo iba a pasar. Nunca se imaginaría que sería una guerra.
Y las notas pulularon, mientras podían, el espacio y el tiempo que aún quedaba fijo en la realidad conocida, hasta los últimos tiempos. Hasta el último baile.