Porque un sistema no es perfecto. Ni siquiera la realidad virtual que habitas y construyes con el paso de los años, aquellos años que de vez en cuando se dilatan en un horizonte de sucesos. Hay ciertas grietas, que a cambio de luz, dejan pasar un lodo nauseabundo de oscuridad. Esa materia densa y palpitante que realmente conforma tu ser y que intentas tapar de alguna forma. Cada vez asomas menos, no sé bien, si es porque te tengo controlada, o quizás, sea el preludio de una gran erupción inminente, donde un festejo de lenguas de alquitranada oscuridad emanará desde lo más profundo de mi mente.
Calor sofocante, detalles arquitectónicos obnubilando mi memoria a corto plazo y caminar. Todo oscilando al ritmo de los efluvios de un alcohol suave y tu sonrisa. Tu olor y tu piel, el lenguaje universal. Y al llegar a ese lago inmenso, sabía que el palpitar oscuro estaba en su fondo. Conozco ese esfuerzo, el de reprimir su existencia, el de ahogarlo en lo más fondo del lago.
Volví. Y en la soledad, siento que afloran pequeños hilos negros de ella. Aún tengo fuerzas para reprimirla, pero tengo miedo de que me pille desprevenido. Y tú la veas...