Tras finalizar el "chute" de todas las noches, se tumbó a mi lado entornando poco a poco sus ojos y entonando esa sonrisa de los que se despedían del aquí y el ahora.
- ¡Oh! señor Marburg, ojalá el ahora nunca terminara - susurro sin dejar de sonreir.
- Imposible de aprehender... - le contesté dando las últimas caladas a mi cigarro.
Ella era luz y yo el vacío fagocitado por singularidades terribles del vasto cosmos, calor frente al frio de la muerte que nunca llega. Ella era el ahora y yo el pasado que se resiste a desaparecer. No terminaba de entender que hacía ella conmigo.
- Eres el que me hace sonreir, el que no me juzga ni siquiera con esa mirada de noviembre - me contestó como si hubiera leído mis pensamientos. Abrió levemente sus ojos para continuar.- Somos más parecidos de lo que imagina.
Me limité a observar sus facciones que se resistían a dejarse llevar por las olas del tiempo.
- Vivimos en el mundo del caos, las sombras y la violencia, y nuestros encuentros, son como volver a un reducto olvidado de nuestros recuerdos: el hogar.- Suspiró profundamente delatando el pico cinético de la heroína en su organismo.
- El hogar,... .- Me limité a repetir sin dejar de observar su paulatino desvanecimiento.
- Déjese llevar señor Marburg. Despréndase de ese lastre y sea lo que realmente es..., un hombre vulnerable.
Cayó en el sueño orgásmico de las sustancias evasoras. Yo me limité a no verter una caprichosa lágrima que luchaba por asomarse al exterior.
Intenté besarla.