- Apenas le quedan rasgos faciales para identificarlo - suspiró las inspectora Carpenter. - Es como si lo hubiera devorado un animal.
- Es un patrón que se repite Irune - le contestó en tono cansado el subinspector Muñoz que acababa de unirse a la inspección ocular.
- Llegas tarde Lander - le respondió la inspectora sin girarse, mientras mordisqueaba su bolígrafo Bic. a lo que añadió secamente: creo que tu vida personal no debería repercutir en la laboral.
El resto de uniformados de gris rieron por lo bajo, algo que no pasó desapercibido para el subinspector, que intentaba contraer su enjunto cuerpo entre su gabardina para evitar mojarse lo justo de aquella llovizna molesta.
- Lo siento inspectora, créame que he intentado estar justo a la hora, pero he tenido problemas que...
- Ya.. -interrumpió su superior caminando lentamente hasta el fondo del callejón donde se encontraba el cadaver rodeado de bolsas de basura.
Irune Carpenter no aparentaba la edad que tenía, era de esas genéticas prodigiosas que a pesar de los embates de la vida, no reflejaba ni una sola arruga o sombra de lucha. Estaba acostumbrada a lidiar en un mundo de hombres por lo que no dudaba en hacerse valer sin pensar en el "qué dirán". Aguantando un interminable divorcio y sacando adelante a dos hijos, no le iban a dar lecciones de profesionalidad ni de como llevar las riendas de nada. Y amaba su trabajo.
- ¿Donde están sus piernas? - preguntó a los expertos forenses que sacaban fotos de los sitios más recónditos.
- Devoradas camarada inspectora - le contestó un joven con voz aguda y con la apariencia de que este era su primer gran trabajo tras una vida formándose entre libros y cadáveres bien presentados. - Sus huesos estaban más apartados, pero creemos que son de él.
- Genial...- murmuró Carpenter.
- Te lo dije Irune, hay un patrón - sin que ella lo advirtiera, el subinspector Muñoz ya se encontraba a su lado. - Ya hay varios cadáveres con este aspecto en Ipsópolis en lo que llevamos de invierno.
- Mira Muñoz...- Irune se giró hacia su compañero y se quedo muda - Joder, Lander, ¿cuanto tiempo hace que no comes? ¿Te has visto la pinta que tienes?
- Si, estoy jodido del estómago. No sé aún que me pasa, pero esto me tiene absorbido, no te preocupes.
- Ves al médico YA - el tono de Carpenter mostraba preocupación sincera.
- Si, si, no te preocupes -intentó calmarla sabiendo que hasta que fuera, no le dejaría en paz. En un principio se arrepintió de haberle dicho nada conociéndola.- Llevo tan solo cuatro o cinco días sin probar bocado. Tengo nauseas y vomito lo que me llevo a la boca. Creo que será un virus, el estrés o ambas, no te preocupes.
- Nunca te había visto así en estos años - el tono de la inspectora era ahora más paternalista.- A veces no te reconozco.
- Ni yo,... hay cosas que me rondan la cabeza Irune. Estas muertes, parece que no solo hay una conexión presente entre ellas,...- Lander tragó saliva y continuó.- Si no en el pasado. Hay algo extraño en todo esto, como si nadie se hubiera dado cuenta de que hay un asesino en serie que lleva muchísimos años.
- ¿Qué? - le increpó incrédula
El subinspector Muñoz se le acercó al oído, pronunciando las palabras que cambiarían el rumbo de sus vidas para siempre.
- Creo que he descubierto algo que podría mover los cimientos de nuestra realidad. Lo tengo todo en mi casa, pero no puedo decirte más. Nos veremos allí.
Y se alejó caminando cansado y como si cientos de años le pesaran, desapareciendo entre la fina lluvia.