No era corriente observar a nadie cerca de los límites de la cúpula. Pero ahí estaban sus siluetas. Una erecta sombra de dimensiones hiperbóleas y proporciones grotescas y otra, encorvada y frágil, creando un skyline de huesos con el reflejo de las luces amarillas y centelleantes del final de la calle. Porque en Hélike habían calles que acababan en paredes de cemento y cristal ahumado. Porque Hélike era una gigantesca cárcel de curvos horizontes y de difuminados recuerdos, que contenía los gritos de los más antiguos.
- ¿Qué me quieres mostrar, Marburg?- preguntó Óscar intentando intuir qué otra maravillosa respuesta le proporcionaría su compañero de fatigas.
Marburg dió su última calada al cigarro, apurando hasta absorber parte del filtro. Lanzó la colilla a escasos centímetros de sus pies, alzó su cuello hacia arriba de forma suave, y expulsó por su boca una gran bocanada de humo que envolvió a los dos solitarios. Bajó de nuevo su rostro, y pisó la colilla con un movimiento de pie extremadamente cuidadoso.
- Esto es por lo que he luchado durante muchos años - susurro Marburg mientras acariciaba una de las partes de la impresionante viga, que desde las profundidades de Hélike, se eyectaba hasta casi el infinito como un chorro de acero sanguíneo, formando parte del entramado dantesco de la cúpula.- Y por lo que ahora sueño todas las noches.
Cayó de rodillas, dejando caer su peso y produciendo un sonido a leña seca. Óscar se sientió inquieto, nunca había tenido la oportunidad, tras tantos años, de ver a Marburg de esa forma. No se sentía cómodo, nadie lo estaría.
- Sueño, que me ahogo - Marburg apoyó sus manos sobre el suelo, mostrando por primera vez un síntoma de debilidad. - Que exploto por dentro. Quiero... quiero con todas mis fuerzas salir de esta pesadilla dantesca que me machaca centuria tras centuria. Porque Óscar, soy más antiguo que los sueños, y estoy en la mierda más jodida que un puto ser humano pueda estar.
Oscar no podía cerrar su mórbida boca.
- Esta cúpula encierra mis sueños... esta carcel ha difuminado mis recuerdos y apenas sé ya quien soy.- Levantó su mirada para dirijirse a su compañero. Sus ojos se mostraban vidriosos.- Llevo viviendo el mismo día desde hace MI-LE-NIOS... y nunca se va a detener.
Se escuchó el grito desgarrador de la mayor de las desesperanzas. Ese grito que camina en la línea del animal primitivo, el sonido de que ya nada queda por hacer.
Y Marburg vomitó lagrimas de viejo.