Parados en lo alto del salón del Die Parlament, desde uno de los balcones dorados que rodeaban aquella hiperbólea sala, el antiguo coronel Salas miraba a los ojos a su eterno enemigo, el coronel Exequias, el hierético. Bajo ellos, miriadas de muertos deformes continuaban arrancando jirones de carne y sueños de vivos al ejercito rojo que intentaba proteger vánamente a un presidente irreal, pixelado y distante.
El olor de la sangre y de la carne quemada era insoportable, pero no afectaban las facciones tensas de Alexis, intentando adivinar el siguiente movimiento de su oponente, un inmaculado ser gélido de vida. El esquelético cuerpo de Salas ni siquiera palpitaba, solo oscilaban levemente su machete mellado en la mano derecha y su arma cuántica en la izquierda.
Exequias permanecia estoico de brazos cruzados, hasta que comenzó a caminar suavemente hacia él.
- Te voy a destrozar - gruñó Alexis.
Siguió avanzando hasta plantarse a un palomo de él. Sin apartar su mirada de vacío cósmico, Exequias acercó su rostro al cúmulo de arrugas y pústulas que Alexis portaba. Exequias suspiró, y ya Alexis sabía que algo no iba bien, que eso nunca podría suceder en un mundo real, el coronel del E1 no podría permitirse tamaño gesto humano, ¿suspirar? Joder, algo iba mal.
- Te quiero - y besó los labios de aquel viejo descompuesto de ojos a punto de estallar.
Como una exhalación, Exequias cargo su arma cuántica, apuntó a su propio rostro y dejó de ser materia. Y bajo él, miriadas de muertos deformes continuaban arrancando jirones
de carne y sueños de vivos al ejercito rojo que intentaba proteger
vánamente a un presidente irreal, pixelado y distante.
El teniente Radic Vojnovic, envuelto en su eterna nube proviniente de su cigarro de heroína observó desde abajo, rodeado de cadáveres mutilados, todo lo acontecido en ese rincón de un techo abovedado y anodino.
- Todo esto,... fue una cuestión de amor - susurro Radic mientras su mirada se cruzó con la de Laura.
Y Laura vomitó.