Abrir los ojos y entrever la
sonrisa tetánica de Samir Bannout colgada en la pared de azulejos amarillos, como
si no hubiera pasado el tiempo. Todo estaba igual pero había cambiado. Silencio
absoluto y la penumbra del polvo suspendido. No era el sitio pero si el tiempo.
Estabais todos los que os fuisteis, incluso los que empujasteis la puerta para
marcharos por siempre. Que tranquilidad volver de nuevo al hogar tras perder
trozos de carne en HD 189733b.
Ya no me queda demasiada carne,
pero si el asco de volver a saber de mí. Necesito volver a leer a Sartre y
comprobar que no he estado solo en esto. Volver a oír las notas del saxo,
viajando desde una ventana solitaria de un lluvioso Manhattan, y es que estoy
lleno de mentiras y de escoria en mi paleocortex. Y tus ojos de noviembre, que
cuestionaron mi esencia, me devuelven al agujero negro del que nunca debí
salir.
Ya no queda nada de lo que recuerdo,
no sé quién es Ángel, no sé porque bailo sonriendo en la pista de un tugurio
sin nombre, tampoco me importa. Solo sé que me muevo observando como se
cuartean mis manos, y esperando sin ningún tipo de resistencia a la muerte. Sé
que vendrás y me cogerás desprevenido, sé que lo comprenderé todo en el último
segundo, como cuando sueñas y todo es tan normal, como la sonrisa sardónica de
Samir Bannout.