lunes, 9 de noviembre de 2015

El vacío



Todos los días me levanto con el sonido del despertador en el momento que solo se escuchan las respiraciones de los otros. Intempestivo es el viento que golpea la puerta contra mi espalda una y otra vez, cada mañana al salir del cubículo donde habito. Y ahí está el paraje desolador. Muertos sorprendidos de vivir aún, deambulando entre las fuertes oleadas de viento mojado por una lluvia negra y ácida. Si por mí fuera, los acompañaría a su verdadero hogar, a las tumbas de donde no tendríamos que haber salido nunca. Porque la tierra, ¡oh! si la tierra húmeda, es el mejor hogar para una inexistencia a nivel subatómico. El vacío con el que viajo pesa más que la propia existencia que supuestamente me han regalado.

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