domingo, 18 de diciembre de 2011

Despertares

Cuando desperté esta mañana, un tufo nauseabundo impregnaba la habitación. Curiosamete el cuarto donde pasaba la mayoría de las horas del día ya no me parecía familiar. Nada había cambiado, todo estaba en su correcto lugar, era aquel horrible olor. Salí de entre el remolino de mantas y edredones y comprobé que el hedor era aún más intenso. Comencé a olisquear a mi alrededor para intentar comprobar de donde procedía ese olor tan misterioso mientras intentaba contener que mi poco contenido estomacal saliera eyectado contra el suelo. Debajo de la cama, dentro de los armarios, en la ventana, pareciera que aquella peste vomitiva estuviera en todos lados.

Me sentí nervioso, como si sospechara vagamente de donde podía provenir, quise quitarme la idea de mi cabeza y sali presuroso de mi habitación la cual ya me resultaba ajena. Al abrir la puerta comprobé dos cosas, más allá del marco de la misma solo permanecía la nada, tan solo el cero absoluto pululaba aquello que ni siquiera era espacio ni tiempo. El segundo aspecto era el terrible estado de descomposición en la que se hayaba mi cuerpo. Al igual que al despertar, olvidé todos mis sueños recientes e inmediatamente recordé cual era mi situación real.

martes, 29 de marzo de 2011

Tres horas

Tres horas tarde, tres horas que hubieran cambiado el rumbo de la historia de la humanidad por efecto mariposa. Pero llegué tarde, muy tarde, tan tarde que incluso olvidé la razón por la cual tenía que acudir. Permanezco anclado en el mismo día, a pesar de verme más viejo de lo que soy. Sé que tan solo por tres horas todo hubiera sido distinto, nada hubiera sido lo mismo, lo sé, lo sé. Todas las noches, acurrucado entre litros de sudor y urea sueño con la impotencia de no haber podido llegar antes. Intento con todas mis fuerzas recordar porque pasó y que fue lo que perdí. Es terrible pero cierto, pero más terrible si cabe,... es que empiezo a intuir que lo que perdí realmente fue... fue mi propia memoria.

jueves, 6 de enero de 2011

Última parada

Sabes que te estás muriendo cuando todo cobra sentido al fin, como en los sueños. Cuando realmente entiendes que avanzar hacia delante es lo mismo que mostrar tu cariño a la que siempre ha caminado contigo hacia atrás. Cuando el rojo suena a fa menor y los límites del espacio de tu cama son al mismo tiempo Eritrea y un fermión. Puedes notar en tus entrañas como late tu vejiga y eres incapaz de aguantar la orina, rancia y espumosa, que se escapa como tu vida. Es el miedo atroz, primigenio y salvaje, es ahora cuando te sientes mas humano que nunca, solo, perdido sin posibilidad alguna de retorno. Como se evapora el tiempo. No merece la pena gritar, sabes que vas a partir solo pero nunca te habías planteado que sucedería en este instante, ni siquiera hiciste las maletas para el viaje más famoso y menos esperado de la historia.

Nunca es ahora y siempre es ayer, no llores y manten la calma, es la hora de cambiarlo todo por la nada.

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