Es duro cerrar la puerta tras de ti sabiendo que ya no volverás a entrar nunca más. Triste el cerrar el libro para siempre tras acabar de releer su última frase como queriendo agarrar futilmente lo ya sabido. Así como la última nota de un órgano cuando dejó de tocar por siempre la última canción de la Tierra. Que duro es despedirse de aquel rostro familiar desde el andén, al que ya nunca volverás a ver sonreir de manera cómplice. Son muchas las despedidas y muchas las que quedan aún. Cobra sentido la ley de vida, aunque ésta no esté escrita en soporte físico alguno, sólo en las memorias de las generaciones de humanos que vamos pululando sin aparente sentido objetivo, esta roca que algún día cesará de rotar estúpidamente.
D.E.P.
D.E.P.